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jueves, 4 de abril de 2013

El ‘Manifestador de la Paloma’

Un tesoro raro de Santa Clara de Medina    
por  Antonio Gallardo Laureda
                         
Que el monasterio medinés de Santa Clara acoge numerosos e importantes atractivos para ser visitado es cosa que nadie pone en duda. Los hay que destacan por su valor artístico, otros por su curiosidad o rareza.
Uno de estos elementos curiosos es el espectacular y sorprendente manifestador que se integra en el tabernáculo del retablo mayor de su iglesia conventual. Es uno de los mejor conservados de España, manteniéndose en pleno uso y sin fallos, tan frecuentes en este tipo de artilugios. Se trata de un elemento añadido al retablo con posterioridad a la fábrica de éste y dotado ya del neoclasicismo imperante a finales del siglo XVIII.
El retablo en sí es genuinamente rococó, construido durante los primeros años de la década de los setenta de ese siglo y rematado en 1774. Fue encargado de su dorado y policromado el maestro batidor de oro vitoriano Luis de Gosti, quien estuvo trabajando en él durante el año 1775. Hay que reconocer que su trabajo fue magnífico ya que aún se conserva en excelente estado sin que haya tenido que sufrir restauraciones. Pero era un retablo al que faltaba el tabernáculo que hoy se admira, ya que éste se encargó más tarde.
Un documento fechado el 23 de agosto del año 1800 nos dice:

«Se inauguró el nuevo tabernáculo, con su relicario y sagrario, todo dorado, por los que se pagaron 10.120 reales, siendo los diez mil por su coste y los 120 del viaje que realizó el maestro para tomar las medidas.»

En realidad el tabernáculo y manifestador es a la vez un nutrido relicario. Enmarcadas por enlazados, se instalaron en él 206 celdillas, en cuyo interior se depositaron reliquias de santos y santas que suponen un gran muestrario de la corte celestial.
Se disponen sin aparente criterio, excepción hecha de las celdillas inmediatas al sagrario, reservadas para las más importantes, dándose numerosos casos en que una celda esté compartida por reliquias de dos o más santos.
Sorprende la existencia de alguna reliquia cuyo culto, aunque aún sin estar prohibido, sí que está desaconsejado por la iglesia, que prudentemente pretendió fuesen retiradas si no causaban trauma o escándalo a los fieles.
 En esta zona inmediata al sagrario encontraremos, entre otras y según se indica, sangre de Cristo, un trozo de la esponja utilizada en su pasión, un trozo del velo de la Virgen, otro de su sepulcro, una espina de la corona, un trozo de la cruz y otro de la columna a la que Jesús fue atado para su flagelación e, incluso, leche de María Santísima. Acompañando a tan excelsas reliquias hallaremos alguna de todos los apóstoles más una de santa Clara y otra del cilicio utilizado por S. Francisco.
     También llama la atención, aunque sea en zonas más alejadas, que compartan celda reliquias de santos tan dispares o tan alejados en el tiempo como san Antonio Abad y los adolescentes de Alcalá santos Justo y Pastor, san Jacinto y santo Domingo, san Ricardo y san Ciriaco, santa Petronila y san Mauricio, santa Celestina y san Oberto, san Ángel y santa Cándida, santa Engracia y san Zenón, santa Isabel y san Anastasio y otras parejas aún más curiosas.
     Sin embargo, pese al extraordinario muestrario de reliquias, el elemento más original de este gran tabernáculo es el artilugio conocido como “manifestador de la paloma”. Se trata de un conjunto de piezas compuesto por una cúpula rematada con la figura de una paloma (conocida como tal, aunque, al tener plumas en las patas, más parece un águila), un cilindro para colocar la custodia y varillas que imitan rayos solares, los cuales se despliegan mediante el accionamiento de un torno dotado de una soga sin fin, el cual hace que todo el conjunto suba o baje manipulando una manilla situada tras el retablo.
     Es un raro ejemplar cuyo funcionamiento resulta espectacular y profundamente emocionante cuando, rodeado de luces y olor a incienso, se realiza en el ambiente de una ceremonia religiosa. Las festividades de Santa Clara, incluida su novena, y la del Corpus son las fechas más señaladas para ello. 




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