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lunes, 29 de julio de 2013

LAS DESAMORTIZACIONES
Y EL CONVENTO MEDINÉS DE SANTA CLARA

por Antonio Gallardo Laureda


Durante una reciente tertulia mantenida en uno de los locutorios del Monasterio de Santa Clara de Medina de Pomar, a raíz de una observación surgida a propósito de algún préstamo hecho por las monjas a muy altos personajes en varias ocasiones históricas, se elucubraba sobre cual sería la cuantía y rentabilidad de los bienes que poseyó este monasterio para que, antes de las requisas provocadas por los diferentes decretos desamortizadores del siglo XIX, que tan esquilmadas económicamente las dejaron, permitieran a la comunidad religiosa vivir con indudable desahogo.  
La cosa quedó en eso, en elucubraciones, pero al que esto escribe le quedó el gusanillo de tratar de averiguarlo.
La estupenda labor desarrollada por la profesora Rosa Ayerbe en el archivo del monasterio, magistralmente expuesta en el CATÁLOGO DOCUMENTAL DEL MONASTERIO DE SANTA CLARA DE MEDINA DE POMAR, editado por la Comunidad en el verano del año 2000, nos ha permitido matar, aunque sea de forma parcial, ese gusanillo.
En la sección 35, signatura 53.28, existe un cuaderno de 93 folios de papel en los que se recogen todas las propiedades del monasterio al 22 de enero del año 1821, esto es, pocos años antes  de que comenzasen a entrar en vigor las disposiciones desamortizadoras del ministro Mendizábal, luego seguidas, para remachar la faena, por el también ministro Madoz en 1855.
La lectura de esta relación, y teniendo en cuenta que el monasterio de Clarisas medinés no era, en esas fechas, de los más poderosos, ni mucho menos, nos da idea de la magnitud que debió alcanzar el fenómeno de la desamortización y sus consecuencias, pues llegó a afectar a más del 20% de la superficie nacional.
El título del cuaderno en cuestión es “Relación que demuestra las heredades, enfiteusis, censos, réditos perpetuos, juros, vales reales y otros efectos que corresponden al convento de Santa Clara de esta villa de Medina de Pomar, sacada por las razones dadas por los renteros actuales y de los apeos más modernos, salvo la que resulte de los instrumentos de pertenencia del más haber que haya o no, que exige otra operación más exacta y circunstanciada. Año de 1821, 12 de enero” y contiene diversos bienes raíces agrupados por sus renteros titulares y, claro está, por los pueblos donde se ubican.
Así, el primer grupo a que se hace referencia son las heredades que el monasterio poseía en la propia villa de Medina de Pomar y cedidas en renta al vecino José Pereda “…una huerta de 15 celemines de sembradura y otra de 3 en el lugar de San Mateo; otro rodillo en el sitio que llaman de Las Cuadrillas, y una casa pequeña sobre el río que se dice Barbadillo…” quien pagaba por ellas al año doce fanegas de trigo y cebada por mitad.
Una heredad de 4 fanegas en el término de Pradoncillo perteneciente a Medina  y “… otra heredad en el alto de Loma, de una fanega y media” estaban arrendadas a Mauricio Brizuela , quien abonaba por ello al año siete fanegas, mitad trigo y mitad cebada, que no estaba mal.
También sitas en Medina de Pomar se cita un tercer grupo con 19 pequeñas heredades (menos de 3 fanegas) esparcidas por los términos de Los Ciruelos, Ontanilla, San Lorenzo, Navas, Las Molineras, Barbadillo, Las Lagunas, Calzadilla, San Juan, Pomar, Portiquillo, Los Olmos, Agustina, Cerezo, San Sebastián, Sendero del Prado, Santo Domingo y otros. Todo este grupo lo llevaba en renta, por nueve años, a partir del 1 de septiembre de 1821, el también vecino de Medina de Pomar  Vicente Cárcamo, quien debería pagar cada año 48 fanegas de trigo y cebada por mitad “y libre de piedra”, o sea, limpio.
Y, así, hasta un total de 99 grupos de heredades que se habían cedido en alquiler, entre las que también se citan muchas otras propiedades esparcidas en una extensa área, pues en la larga relación aparecen arriendos en La Rad, Bisjueces, Granja de Robredo, Pomar, Torme, Miñón, Villarías, Casillas, Villanueva Ladrero, Villacomparada, Moneo, Bocos, Quintanillas (Bureba), Paralacuesta, Villarcayo, Orna, Andino, Andinillo, Quintanalacuesta, Villamezán, Oteo, Frías, Baranda, Villalaín, Gayangos, Lozares, Pradolomata, Santa María Garoña, Castrobarto, La Riba, Salazar, La Aldea, Escaño, Escanduso, Rosío, Torres, Vado, Campo, Mozares, Fresnedo, Villarán, Paralacuesta, La Orden, Arenillas de Bureba, Villadiego, La Ribera, Quintanamacé, Artieta, Santiago de Tudela, Vernandúlez, Tobera, Bricia, Santurde y  otros muchos pueblos y aldeas que, a veces, escapaban de lo que hoy en día podríamos llamar “lógica área de influencia”.
Como es natural, con esas y otras fuentes financieras de tan sólida apariencia poco podían sospechar las religiosas que el revolucionario, brutal, injusto (sólo Madoz dispuso alguna especie de compensación económica al embargo de los bienes afectados) y, al final, poco eficaz para los fines que se pretendían,  embargo y despojo de bienes que sufrieron pueblos y órdenes religiosas durante todo el siglo XIX, las iba a dejar en una penosa situación, de la que sólo su fe, su mal pagado trabajo y la caridad humana han logrado, no sólo que el monasterio superviva en la actualidad, sino que haya vuelto a alcanzar altas cotas de religiosidad y brillantez.  



Tanto en las alavesas Salinas de Añana (foto) como en las burgalesas de Rosío, 
tuvo Santa Clara de Medina una fuente de ingresos considerable