Jesús Moya

La expresión ‘Papas de Santa Clara’ se puede entender de dos modos:
1. La serie de papas que Santa Clara de Medina ha visto sucederse en su larga existencia de VII siglos: desde Clemente V (1305-1314), papa cuando se fundó el monasterio (1313), hasta el actual papa Francisco, un romano pontífice sin números romanos y de especial resonancia para un convento de clarisas.
2. Los papas que han tenido algo que ver con Santa Clara de Medina, los que han favorecido al Monasterio con privilegios y favores. Cosa que los pontífices hacían entonces mediante bulas, breves y demás documentos diplomáticos. De ello queda constancia en el Archivo monástico, y estos van a ser nuestros ‘Papas de Santa Clara’.
Pero antes de entrar en ellos, alguno se habrá preguntado: «¿Y de los primeros, ¿a cuántos papas ha conocido Santa Clara, en Siete Centurias?»
Eso sólo Dios lo sabe. Porque no ha habido sólo papas, también antipapas. Por desgracia, ya en nuestra I Centuria de Santa Clara, concretamente en 1378, estalla el Gran Cisma de Occidente, con dos y hasta tres papas en disputa por la tiara, hasta 1417. La cristiandad anduvo dividida en ‘obediencias’, según los reinos y países, reconociendo unos a un papa y otros al rival, sin contar los estados neutrales o ‘indiferentes’.
Eso sólo Dios lo sabe. Porque no ha habido sólo papas, también antipapas. Por desgracia, ya en nuestra I Centuria de Santa Clara, concretamente en 1378, estalla el Gran Cisma de Occidente, con dos y hasta tres papas en disputa por la tiara, hasta 1417. La cristiandad anduvo dividida en ‘obediencias’, según los reinos y países, reconociendo unos a un papa y otros al rival, sin contar los estados neutrales o ‘indiferentes’.
Más aún, en 1417, cuando por fin el Concilio de Constanza da por resuelta la larga crisis, elegido Martín V –tras la renuncia voluntaria de Gregorio XII y la deposición o renuncia forzada de Juan XXIII–, todavía vivía enrocado en su Peñíscola el aragones don Pedro Martínez de Luna, llamado Benedicto XIII, defendiendo hasta el final su condición de papa legítimo. De hecho, tuvo sucesor en la persona de Gil Muñoz, que se hizo llamar Clemente VIII, hasta 1429, en que abdica y presta obediencia al papa Martín. Y este fue en rigor el final del cisma. Pues bien, el que fue ‘Papa Luna’ desde 1394 a 1423, todavía tiene valedores jurídicos, aunque para la Historia oficial es antipapa.
Por tanto, para calcular el número de papas en estas VII Centurias hemos de atenernos a la lista oficial de sumos pontífices, tal como figura en en las ediciones del Anuario Pontificio, o en placas de mármol en el pórtico de la Basílica de San Pedro. Esto nos da la cifra de 72 papas legítimos, que Santa Clara ha ido conociendo.
En cuanto a lo otro, será el Archivo de Santa Clara de Medina el que nos diga qué papas honraron a esta Casa con documentos varios. Los más importantes las bulas, seguidas de los breves. Más de medio centenar de estos documentos en su pergamino original constituyen una colección bien notable, que da fe de la importancia que tuvo Santa Clara desde su origen.
¿Qué es una bula? El tema de la cancillería papal a lo largo de los siglos es apasionante, y algo hablaremos de ellos en otra ocasión, explicando qué son las bulas y en qué se distinguen de los breves y otras yerbas. De momento baste decir que la bula, escritura papal en pergamino, se llamaba así por el sello de plomo con las cabezas de San Pablo y San Pedro y el nombre del Papa, unido al documento por un cordón de seda coloreada o de cáñamo. A veces el pergamino-bula carece de la correspondiente bula-sello, por accidente o por rapiña de coleccionistas. Aun así, el Archivo todavía conserva una soberbia colección.
Papas de la Centuria I:
Clemente V (1305-1314)
Juan XXII (1316-1334)
Inocencio VI (1352-1362)
Gregorio XII (1406-1415)
Santa Clara nace bajo este primer papa de Aviñón, el gascón Ramón Beltrán de Got, que para conseguir la tiara se habría entendido con Felipe IV el Hermoso de Francia, en una serie de capitulaciones. Alguna tan impresentable como ejecutar la venganza del rey contra la memoria de su difunto enemigo el papa Bonifacio VIII (1294-1303).
Otrosí, fue gran nepotista, que introdujo en la corte papal una facción gascona, capitaneada por su sobrino Beltrán de Got. En fin, fue el papa que dio el visto bueno al proceso inquisitorial a los caballeros Templarios, trufado de irregularidades, que culminó con la supresión de la Orden militar en el Concilio de Viena del Ródano (abril de 1312). Faltaban sólo meses para la fundación de Santa Clara de Medina.
En 7 de
julio de 1304 muere en Perusa el santo papa Benedicto XI, probablemente
envenenado. Ubicumque fuerit corpus, illuc congregabuntur et aquilae,
reza el Evangelio (Mateo 24: 28; Lucas 17: 27); y así lo tenía ordenado Gregorio
X, que a papa muerto, los cardenales se juntaran en casa del difunto para
elegir sucesor.
«El cónclave se
abrió el 18 de julio», precisa dom H. Leclercq, en involuntario juego de
palabras (Hefele, Histoire des Conciles, 6/1, pág. 484). Y dice bien,
porque el encierro bajo llave duró poco, aunque se necesitaron once meses para salir
del empeño. Un cónclave de lo más abierto.
El Sacro Colegio estaba
dividido. El cardenal Mateo Rosso lideraba la facción antifrancesa, pidiendo
castigo ejemplar para los que, en nombre del rey Felipe IV el Hermoso,
pusieron sus manos sacrílegas en la persona del papa Bonifacio VIII (7
de septiembre, 1303). De la otra parte, el cardenal Napoleón Orsini pidiendo amnistía
y reconciliación de la Santa Sede con el Cristianísimo, el rey de
Francia.
En
pura verdad, el Mateo y el Napoleón se disputaban la tiara. Pero entre tanto
alguien les minaba el terreno. El Vascón (gascón) Beltrán de Got,
arzobispo de Burdeos y súbdito natural inglés, aunque adicto en su día a
Bonifacio VIII, ahora por verse papa estaba dispuesto a capitular con el nieto
de San Luis.
Mucho
se ha escrito sobre tales capitulaciones, como si el Rey de Francia meciese en
su mano como sonajero las Llaves de Pedro. Y no era para tanto. Verdad o no, el
vasco/gasco salió papa en Perusa, Clemente V. El cual, como había
hecho en toda su vida, siguió haciendo su santísima, no darle vueltas.
Clemente
V no dependió de Felipe IV más que éste dependió de él. Accedió al proceso y
liquidación de los Templarios –beneficiosa para el erario pontificio–, incluso
derogó bulas de Bonifacio VIII que a nadie gustaban, sin tocar a las
esenciales. Pero ni le pasó por la cabeza abrir proceso equivalente contra la
memoria de su predecesor, hasta ahí podíamos.
Otrosí, fue gran nepotista, que introdujo en la corte papal una facción gascona, capitaneada por su sobrino Beltrán de Got. En fin, fue el papa que dio el visto bueno al proceso inquisitorial a los caballeros Templarios, trufado de irregularidades, que culminó con la supresión de la Orden militar en el Concilio de Viena del Ródano (abril de 1312). Faltaban sólo meses para la fundación de Santa Clara de Medina.
Clemente V inagura la sección de documentos pontificios de nuestro Archivo. No es lo que más desearíamos, una bula de aprobación y confirmación de la fundación, poniéndola bajo el amparo directo de la Santa Sede. No existe tal cosa, y seguramente nunca existió. Hemos dicho que Santa Clara de Medina fue en origen una fundación modesta, y tales bulas costaban un dineral.
Pero por algo se empieza. Lo que hay de Clemente es sólo copia de una bula suya emitida en Perusa (19 de noviembre 1305), a cuatro meses de su elección; bula de alcance general para todas la clarisas, dispensándolas de pagar contribución alguna a nuncios ni reyes. Era, pues, un reconocimiento al ‘privilegio de pobreza’ concedido a Santa Clara y sus hijas por la Santa Sede.
El documento, obviamente, era anterior a la fundación del matrimonio Velasco-Carrillo. Lo que hizo la comunidad fue agenciarse copia auténtica de un privilegio tan sustancioso (Pergamino 23, 29 de octubre 1322). Fue escribano apostólico Esteban de Gardaga, racionero de Fuenterrabía.
Lo que Santa Clara de Medina necesitaba con más urgencia era la famosa bula de exención general de tributos seglares. Aquella que decía... que decía... ¿cómo decía?: «cum a Nobis petitur quod iustum est et honestum...» ¡Pero si todo el mundo eclesiástico la tenía! Para conocerla no era preciso ni salir de Medina. Los frailes de San Francisco la tendrían, supongo. ¿Pero qué digo frailes? Hasta los clérigos del cabildo de las Iglesias Unidas de Medina la poseían, con el sello del propio Clemente V, depositada en la Parroquial de Santa Cruz, y allí sigue. Dice así:
CLEMENTE obispo, siervo de los siervos de Dios.
A los dilectos hijos el Arcipreste y Cabildo de Santa María, San Andrés, San
Millán y Santa Cruz de Medina de Pomar, iglesias que están unidas canónicamente
a la diócesis de Burgos, salud y bendición apostólica.
Cuando se nos pide los que es justo y honesto,
tanto la fuerza de la equidad como el orden de la razón exige que, por la
solicitud de nuestro oficio, se lleve a debido efecto.
Por ello, hijos dilectos en el Señor, asintiendo
de buen grado a vuestras peticiones, con autoridad apostólica confirmamos, y
con el testimonio del escrito presente protegemos, todas las libertades e
inmunidades concedidas a vosotros y a las mismas iglesias por los Pontífices
Romanos nuestros predecesores, por privilegio o por otras indulgencias, como
también las libertades y exenciones razonablemente otorgadas a vos y a las
iglesias por la autoridad apostólica.
Por ende, a nadie sea lícito infringir
esta página de nuestra confirmación, o ir contra ella con osadía temeraria. Mas
si alguno presumiere de atentarlo, sepa que incurrirá en la indignación de Dios
todopoderoso y de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo.
Dadas en Carpentrás, a 30 de enero del Año nono
de nuestro Pntificado. (= 1314).
Cambiemos clérigos por religiosas, iglesia por monasterio y poco más, y tenemos el texto correspondiente a las monjas de Santa Clara. Pero esto se hizo esperar. La fundación era bien pobrecica, como hemos visto, y no estaba para bulas, que costaban buenos dineros. Será como paso previo a la nueva dotación del monasterio por la viuda doña Sancha Carrillo, o Sancha de Velasco, cuando veamos estrenada la sección pontificia del Archivo con la apetecible bula de no pagar tributos, del Rey abajo.
Y eso será bajo el siguiente papa, Juan XXII. ‘El papa que se eligió a sí mismo’.
Lo veremos en próxima entrada.