Centuria
Primera (1313-1413) Jesús Moya
Santa Clara de Medina de Pomar nace como una fundación modesta, en una época difícil.
Modesta,
en todos los sentidos:
– fundación matrimonial, de personas particulares
– dotación escasa, en solar poco favorecido
– construcción elemental, tirando a deficiente
El
matrimonio fundador
Acostumbrados
a ver siempre juntos a Santa Clara de Medina y a los Velasco, con su escudo
repetido por todas partes y en todos tamaños, se nos olvida que este apellido
–como cualquier otro– surgió de la nada. Por no ser, puede que en origen fue apodo de origen vascongado: Basco, Blasco, Belasco. Para los filólogos, diminutivo de bela (cuervo). Los reyes de armas lo asociarán con los veros: ‘muchos veros’ en vascuence daría verasco. Armas ‘parlantes’.
El
Velasco fundador, que todavía apenas pasaba de Sancho Sánchez en su círculo de
relación, aunque de linaje hidalgo montañés, era de la gente nueva en Castilla.
Familias
sin papel alguno en la Primera Reconquista –cuyas crónicas eran el referente,
el ‘Quién es quién’ y el ‘Almanaque Gotha’ de
la auténtica nobleza hispana–, eso sí, ambiciosos y oportunistas, los Velasco ni de lejos
tenían el poderío y la influencia que alcanzaron más tarde, como nobles de
primera y Grandes de España. De momento eran infanzones, como lo fue toda su
vida el Cid Campeador.
Sancho
Sánchez de Velasco (¿h. 1266-1315?) fue cortesano y ‘criado’ de confianza del rey Fernando IV el ‘Emplazado’ (1295-1312).
Qué méritos hizo para ascender en una corte de nobles intrigantes, no
consta. Un descendiente suyo en el siglo XVI, el Condestable Pedro
Fernández de Velasco, pergeñará una memoria de su linaje, a base de historias
de familia [1]. Allí reconoce que hasta don Sancho, «que anduvo en la
corte del rey don Fernando y fue su privado, no se sabe que anduviesen en la
Corte los señores de la Casa de Velasco». Y como razón de tal
privanza da la siguiente:
«Y porque muchos grandes de
aquel tiempo no se fiaban del rey, diciendo que los quería matar…, dijo don
Sancho públicamente, que él se mataría con quien dijese que el rey quería matar
a aquellos grandes. E hízole merced el rey de la Puebla de Arganzón y de
los valles de Soba y Ruesga, que serán por todos 2.000 vasallos.»
Aquella merced real a una servidor leal no era desinteresada, y tenía mucho sentido práctico. Convirtiéndole en señor rural
con base económica en villa importante, le capacitaba para mantener hueste propia en
servicio de la corona, lo mismo en Castilla con sus nobles levantiscos,
que en Andalucía, en el frente de los moros andaluces y benimerines.
Pero
volviendo a la versión que da el Condestable, ¿se puede relacionar con algún caso conocido? Yo diría que todo
apunta a la historia/leyenda de los Hermanos Carvajales. Dos
caballeros comendadores de la orden de Calatrava –escuderos, según otros–, que
imputados por el asesinato en Palencia de otro cortesano, Juan Alonso de Benavides, fueron citados a Cortes en Andalucía y condenados a muerte sin pruebas.
Según la Crónica
de Fernando IV, los dos hermanos Juan y Pedro Alonso de
Carvajal, en 1312, comparecieron ante el rey que estaba en Martos, Jaén. ¿Lo harían en respuesta a un reto o desafío, para dilucidar el crimen? Las leyes de la ordalía o
‘juicio de Dios’ obligaban a un duelo entre el retador –el campeón del rey– y los retados.
Pero no
hubo tal. En aquel siglo XIV, más pragmático, aquella barbaridad no era de
recibo, y hasta la Iglesia lo condenaba. ¿Qué tal un despeñamiento? La jaula de
hierro con púas adentro estaba de moda. Metidos en una de ellas, desde la Peña de Martos los dos
hermanos fueron lanzados al vacío, y de tumbo en tumbo rindieron viaje.
Aquella
sentencia y ejecución (si la hubo) era competencia del Adelantado real en la
zona. El cual se llamaba... Sancho Sánchez de Velasco.
Cuando el Velasco fundó Santa Clara tenía el cargo de Adelantado Mayor, palabra que en su caso significa un gobernador militar por el rey en la frontera
de Andalucía, con residencia y cuartel en Baeza (Jaén).
Es
posible que ya entonces usara las armas de Velasco:
«que es un escudo en que hay quince cuadros o jaqueles, los ocho
rasos de oro, que es el campo, y los siete de veros azules y blancos; y hay en
cada cuadro de estos seis veros azules enteros, tres encima de los otros tres,
de manera que hay en(tre) todos cuarenta y dos veros azules»
Notemos
la precisión técnica del citado Condestable –como quien quiere poner orden en
cierto desbarajuste, en cuanto al número y disposición de los veros–, con la
advertencia de que los escaques de oro constituyen el verdadero campo o fondo
del escudo, donde se dibujan las armas o veros. Esta figura
heráldica, interpretada como ondas acuáticas, se refundirá en un mito de origen
ultramarino, otro día lo vemos.
Porque todo eso, más los títulos y la corona condal y ducal vendrá después. De momento, en la pirámide social, los Velasco un peldaño por debajo de sus consortes:
«la nobleza de este linaje
se parece [= se muestra] en ser las mujeres con quien se casaron de mucho
linaje.»
Y tanto.
Los Velasco se impusieron un sistema hereditario de agnación –inspirado
en la ‘ley sálica’–, donde el primer hijo varón se alzaba con la primogenitura
dinástica. Y aunque tal régimen no consta para los tiempos que no ocupan, se
cumplió que la mujer del adelantado Sancho Sánchez, por linaje, nada tenía que
envidiar al marido.
Sancha García era
una Carrillo, linaje con solar en las Merindades de Castilla,
y armas parlantes, ya desde el siglo XIII:
«Traen por armas un
castillo de oro, y unos de ellos le traen en canpo azul, y otros en campo
colorado. Esta doña Sancha Carrillo le traía en campo azul.»
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Castilla |
El
castillo de oro de triple torreta, perfilado y mazonado (mamposteado)
en negro, igual que la silueta de ventanas y puerta, fue el emblema del Condado
de Castilla y del Reino. El campo preferido fue gules, reservando la realeza el
azul para el esmalte de puerta y ventanas. El escudo de doña Sancha que
describe su ya lejano vástago, con su campo de azur expresaría ser ajeno al
condado, y más ajeno a la realeza. Carrillo es a castillo, más o menos, como Velasco es a veros.
En achaque de escudos de
armas hubo mucha libertad. Precisamente el año de Santa Clara se supone que
nació en la Marca de Ancona un niño que se haría famoso como Bártolo de
Sassoferrato (1313-1357), una de las mayores autoridades en Derecho. Pues bien,
Bártolo compuso un breve ensayo Sobre Insignias y Armas, donde en material
heráldica es permisivo, como quien se elige nombre, mientras no lesiones el
derecho de otro.
Lo mismo Sebastián Faesch de
Basilea (1647-1712), De las Insignias y su Derecho, cap. 11, admitía que el modo más antiguo
de adquirir insignias fue tomárselas uno mismo, sin otra condición que ser
noble, y sin perjuicio de su transmisión hereditaria, ni del derecho del
príncipe a otorgarlas a modo de distinción [2].
La muerte
de Fernando IV (1312) dejó al Velasco en un compromiso. El príncipe Alfonso no
tenía dos años cumplidos y la regencia volvió a ser reñida. En 1313 se autonombran
tutores los infantes Juan y Pedro (tío abuelo y tío del pequeño,
respectivamente), a nombre de la reina viuda doña Constanza de Portugal. En
noviembre del mismo año muere don Pedro, lo que aprovecha la enérgica doña
María de Molina para tomar ella la regencia.
Hablemos ahora del
fin de Sancho Sánchez de Velasco. Los que tratamos de cosas de Santa Clara de Medina repetimos
lo que dice su muy tardía inscripción sepulcral en esta iglesia: «Murió
en servicio de Dios [y] del Rey sobre Gibraltar, en la hera de 1353», es
decir, el año 1315. Este mismo año aparece su nombre por última vez en las Cortes de Burgos.
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Cartela sepulcral de los fundadores de Santa Clara |
«Murió sobre Gibraltar»: ¿y eso qué quiere decir? La plaza de Gibraltar había sido ganada para Fernando IV por Alonso Pérez de Guzmán (Guzmán ‘el Bueno’, como héroe nacional) en septiembre de 1309. Años después (entre 1315/1316), el rey de Granada hizo una intentona que no prosperó. De creer a nuestra inscripción, en ese episodio muere el adelantado Velasco, bien entre los defensores, o entre las tropas de socorro, o en fin, de muerte natural por el camino [3].
Es extraño que el Condestable Pedro, contemporáneo de la inscripción, en su semblanza no diga palabra de un
hecho que, aun pudiendo haber sido heroico, no se tradujo en algún título o
recompensa tangible. En cuanto a la inscripción, toda la colección de cartelas
tumbadas repartidas por lo muros de la capilla mayor medinesa es bastante
moderna, y lo que tienen de perfección y elegancia formal les falta de rigor narrativo. En todo caso, el término ad quem de Sancho Sánchez es el año 1321, cuando
su mujer doña Sancha en su testamento se declara su viuda.
Volviendo
a la leyenda, los espectros Carvajal se aparecen en sueños al rey Fernando y le
emplazan ante Dios a juicio, a treinta días vista. Y en efecto, el ‘Emplazado’ murió en 7 de septiembre, 1312. Es decir, cuando el Adelantado y su mujer ultimaban su proyecto de fundación. ¿Qué pudo pasar entonces por la cabeza de aquél que, con el señuelo de un desafío, les habría tendido una trampa a los inocentes, para luego juzgarles y condenarles a capricho del monarca? No insinúo que el fundador de
Santa Clara de Medina fue el ejecutor de los hermanos, tan sólo señalo la
coincidencia de situaciones y de fechas.
Tengamos también
en cuenta la posibilidad de una ‘leyenda viajera’, pues por entonces se
propaló desde París otro caso de ‘emplazamiento’, mucho más sonado: el del
papa Clemento V y el rey de Francia Felipe el Hermoso por el Gran Maestre de
los Templarios, condenado a muerte en la hoguera (marzo de 1314).
Fundación
de Santa Clara de Medina
Sea como
fuere, también es muy posible que, a la fundación de Santa Clara, Sancho de
Velasco no anduviese bien de salud. La Carta fundacional, otorgada por ambos
cónyuges en Baeza, se expresa en términos con resonancia de testamento. Cosa,
por otra parte, no rara en tales fundaciones, «para salvación de nuestras
almas».
Desde
luego, el destino en la Frontera de Andalucía era peligroso. Y lo era
(paradojas de la Historia), no tanto por las incursiones de los moros como
por las disputas sucesorias entre castellanos, ya desde tiempos de Alfonso X el
Sabio, hostigado por su hijo el infante don Sancho y apoyado por sus nietos los
Infantes de la Cerda. Con otros agonistas, aquellas rencillas coleaban en el siglo XIV.
Doña
Sancha García Carrillo, ante una perspectiva de viudedad en su Castilla banderiza, tal vez
pensó para sí y sus hijas una casa religiosa de acogida, y un decente panteón
para los dos.
El título
de Santa Clara de Asís tampoco significaba todavía el gran vínculo que la
familia Velasco tendría luego con el cordón franciscano.
El padre de Sancho, Fernán
Sánchez de Velasco, estaba enterrado, «con su linaje de antiguos
tiempos», en el monasterio benedictino de San Salvador de Oña. ¿A título de
qué? De una industria pía, desarrollada por la orden de Cluny, por la que
muchos fieles, a cambio de una donación en dinero, en tierras o en su persona,
adquirían para ellos y sus familias derecho de sepultura en lugar especialmente
sagrado por las oraciones e indulgencias de los monjes. Fernán Sánchez así lo
hizo por testamento en 1282, cediendo a la Abadía una heredad en Navas de
Bureba. Años después, en 1288, su viuda da el mismo paso, asistida por su hijo
Sancho. Éste, sin embargo, no dará con sus huesos en Oña, sino en su fundación
propia: Santa Clara de Medina.
La orden
franciscana había tenido una expansión espectacular, también en su rama
femenina, fundada en un siglo atrás, en 1212, por Francisco (m. 1226) y su
discípula Clara (m. 1253) en su ciudad natal de Asís.
Muchos de
los nuevos conventos de monjas fueron antes casas de beatas, atraídas o
absorbidas por las nuevas órdenes mendicantes, en especial las clarisas. Es muy
posible que la fundación de Medina fuese en realidad una de estas
transformaciones, a partir de una comunidad de mujeres en torno a la iglesita
románica de San Millán, en un solar que el matrimonio Sánchez de Velasco-García
Carrillo les compra para ampliarles la casa con iglesia propia.
Al fundarse Santa Clara de
Medina, en España existían ya bastantes conventos de la Orden. Desde el más
antiguo –Santa Engracia de Pamplona, 1228–, contamos casi 50 fundados ya en el
siglo XIII. Uno de ellos era el burebano de La Asunción de Castil de Lences
(1280), también fundación familiar de la importante familia Rojas, con
intereses económicos en la vecina Poza de la Sal.
Tal expansión se modera en
el siglo XIV, debido en gran parte a las circunstancias adversas, pero también a la confusión que padecía la orden franciscana, dividida en facciones
rivales, mientras la rama femenina también estaba dividida en varias ramas con
diferentes reglas. Santa Clara de Medina fue el tercer monasterio de clarisas
fundado en este siglo.
Para esta nueva fundación se fijaba el número de xxiv dueñas de velo prieto (oscuro
tirando a negro), esto es, señoras hidalgas profesas de la orden de Santa
Clara. El número 24 (12 x 2) pudo tener algún significado místico, en relación
con los 12 apóstoles. Por lo demás, era un número razonable para mantener vida conventual y un culto religioso con decoro. En otra ocasión hablaremos de
la función social de los conventos femeninos en aquella época.
En la
Carta fundacional interviene el padre guardián del convento franciscano de
Baeza. Sin embargo, y a pesar de que en Medina ya existía el convento masculino de San Francisco, mencionado desde 1306, en la dotación de capellanes para las
religiosas no se lo tiene en cuenta. Su relación directa con Santa Clara vendrá más
tarde.
De
Carrillo a Velasco: doña Sancha de Velasco
Al hablar
de un retiro espiritual para la viuda del Adelantado, no imaginemos a una doña
Sancha García hastiada del mundo y dispuesta a llevar vida de monja. De momento al
menos, aquello no iba con su temple. Porque, ¿qué tal persona era doña
Sancha Carrillo?
Aquel
siglo de clanes, apellidos y depredadores sociales, que con desdén de la
doctrina bíblica no reparaban en atropellar a la viuda y al
huérfano, seleccionó una casta de mujeres fuertes, defensoras de sus
cachorros. Como la reina doña María de Molina, madre de Fernando IV; o como
nuestra doña Sancha, que
«muerto el adelantado, su marido, dejó el nombre de Carrillo y
llamóse doña Sancha de Velasco, por sostener mejor la casa y
parentela de su marido, que le quedó muy pequeño don Fernán Sanchez de
Velasco, su hijo.
Y llevándole un día de
Bisjueces a Medina de Pumar, salieron a pelear con los que iban con ella los de
Salazar, que eran estonces principales caballeros en aquella tierra. Y dijeron
los que iban con doña Sancha que se tornasen ella y su hijo a la casa de
Bisjueces, que ellos quedarían a pelear con ellos. Y dicen que les respondió
que si su marido fuera vivo, y su hijo hombre, que allí se hallara con ellos. Y
que aunque su hijo era niño y ella mujer, que no se había de tornar, y
que sería de ella y su hijo lo que fuese dellos. Y así pelearon,
hallándose ella presente, y vencieron aquella batalla.»
Doña
Sancha de Velasco mantuvo el favor real en el largo reinado de Alfonso XI
(1325-1350), gozando del poder de gobierno y justicia que tuvo su
marido. Por su parte, la relación del Condestable Pedro añade
que «después de esto la llevó el rey don Alfonso para aya de su
hermana, la infanta doña Leonor, que fue reina de Aragón». Se refiere a Leonor
de Castilla, 2ª esposa de Alfonso IV de Aragón (1329).
La nueva
Velasca aprovechará todo su poder para hostigar en su tierra a sus enemigos y a
los de su casa de adopción.
El más enconado fue Lope
García de Salazar ‘Brazo de
Hierro’ (h. 1264-1343), natural de La Cerca. Un superhombre mítico, que aunque casado legítimamente con la vizcaína doña Juana de Butrón,
mantenía un harén de ocho mancebas, más otras amantes ocasionales, de donde
tuvo en total, aparte de los hijos legítimos, otros 120 bastardos. El
mayor de éstos y su primogénito, Juan López de Salazar, fue bisabuelo de Lope García de Salazar
el ‘Sabio’ (1399-1476), historiador pintoresco de su época en su obra, ‘Las Bienandanzas e Fortunas’.
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Salazar |
Según
eso, es probable que en el primitivo monasterio de Santa Clara hubiese más de
alguna viga, alguna hilada de tejas y alguna escritura , testigos de aquellas
depredaciones. Así conjugó la dama devoción sincera y obligación peleona. Aún vivía en 1336, año en que otorga un codicilo.
En el muro norte de la capilla mayor de Santa Clara, a media altura, campea la gran cartela sepulcral. Detrás de ella se supone que están emparedados los huesos de ambos esposos.
AQVI YACE D.
SANCHO SANCHEZ DE Vco. ADELANTADO MAYOR
DE CASTILLA IVSTICIA MAYOR DEL REY
EN LOS TIENPOS DE LOS CATOLICOS
PRINCIPES D. FERNANDO Y D. ALONSO SV HIJO, REYES DE
CAST. Y DE LEON, Y D(ª).
SANCHA CARILLO SV MVGER,
QVE DESPVES SE CONOMBRO D(ª). SANCHA DE VELco.
QVE FVERON PRIMEROS FVNDADORES
DESTE MONASTERIO Y LE DOTARON
DE VASALLOS, RENTAS,
CAPELLANES Y MVCHAS RIQVEZAS MAGNIFICAMENTE. FVE
HIJO DE D. FERNAN SANCHEZ
DE VELco., QVE YACE SEPVLTADO CON SVS
MAYORES DE MVCHOS TIENPOS
EN EL MONASTERIO DE S. SAL-
VADOR DE OÑA. MVRIO EN EL
SERVICIO DE DIOS (Y) DEL REY SOBRE GI-
BRALTAR EN LA HERA DE 1353.
REQVIESCANT IN PACE AMEN
________________________________________
[1] Pedro
Fernández de Velasco, Origen de la Ylustrísima Casa de Velasco. BNE, mss
3238.
[2] Sebastiani Feschii, De insignibus eorumque Iure. Bartoli a
Saxoferrato, Tractatus de Insigniis et Armis. Reimpr. Altorf, 1727. Sobre
heráldica en Santa Clara, cfr. Josefina de Silva y Velasco, ‘La heráldica en
Santa Clara’; en VV. AA., El Monasterio de Santa Clara de Medina de Pomar. Asociación
de Amigos de Santa Clara, M. de P., 2004, págs. 100-123.
[3]
Ignacio López de Ayala, Historia de Gibraltar. Madrid, Sancha, 1782. Ángel
María Monti, Historia de Gibraltar. Sevilla, Moyano, 1852.